La primera vez que fumé marihuana fue en Máncora. Un amigo me había invitado a su casa de playa y, cuando llegué, todos eran hombres. Ocho muchatotes y yo. La novia del dueño de la casa también estaba, pero solo la vi un par de veces porque se desaparecían todo el día, así que no la cuento.
La cosa es que estos ocho nuevos amigos paraban fumando en la piscina y permanecían en un estado de "chill out" eterno que, los que me conocen saben, me estresaba sobremanera. Yo puedo ser un poco hiperactiva, por lo que ver a gente sonriente y chorreada todo el día me volvía loca. Como era de esperarse, apliqué la clásica "si no puedes contra ellos, úneteles".

A la primera pitada le escupí a mi amigo y, a la segunda, casi me quemo las entrañas. Estaba a punto de molestarme, pero la gracia esta surtió efecto y ya no pude. Me quedé en la piscina con toda mi mancha y, de pronto, empecé a sentir ganas de quitarme el bikini, cosa que claramente no iba a hacer con ellos ahí. Decidí bajar a la playa para estar más tranquila y me puse a bailar como loca en la orilla. Ahora que lo pienso, parece una escena armada de película hollywoodense, pero no debería sorprenderme. Mi vida podría ser una comedia de Woody Allen con total facilidad.
Bailé, bailé y bailé hasta que me cansé y me tiré en la arena mojada. La mitad de mi cuerpo tocaba el agua y la otra no. A pesar de esto, mis sentidos me decían que toda yo estaba bajo el mar o debajo de la arena y que no había nadie que pudiera verme. Ergo, me deshice del bikini. Como buena estrella de mar, sirena o concha de caracol, no necesitaba prenda alguna. ¿O sí?
Consecuencias inesperadas
Me senté mirando directamente al sol y comencé a pensar en toda la gente que estaba teniendo bebés en ese mismo instante y me sentí plena. Muchos bebés, mucha vida. Menos mal yo era una sirena que no puede tener bebés. Lo siguiente que sé es que me desperté un par de horas más tarde, insolada y desnuda. La primera vez fumando marihuana no se supone que me dejaría así. Para mejorar, o empeorar, las cosas, levanté mi mirada y un surfer recién sacado del catálogo de Billabong me estaba mirando como si estuviera viendo un extraterrestre con tetas.
Cortesía no me faltó y le sonreí, a lo cual él respondió con una carcajada. Creo que sumó uno más uno y se dio cuenta de lo que estaba sucediendo. Se acercó a una roca y sacó de su escondite a mi bikini. ¿En qué momento lo puse ahí? Ni idea. Me lo colocó al costado sin poder aguantarse la risa. Yo tampoco pude más y ya solo estallé en una carcajada que intentaba eliminar todo rastro de vergüenza y pudor de mi cuerpo. "Voltéate", ordené. "Sí, señora", asintió. Se giró y me vestí lo más rápido que pude. "¿Alguna vez has fumado marihuana?", "Naaaa, me gusta andar calata en playas no nudistas", confesé.
Ya saben, no hagan nada de esto como yo. Si fuman en una playa, abróchense bien esos bikinis y no conozcan surfers de catálogo en estado natural. Créanme, luego mirarlos a los ojos es más difícil. Aquí les dejo un playlist que les ayudará a tener una mejor experiencia que la mía. Anoten, aprendan de las vergüenzas ajenas y que les vaya tan bien como a mí si alguna vez deciden probar un troncho, pero sin nudes en los espacios públicos, obviamente.
- Nat


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