Mi primera vez sola en Madrid


paisaje de Madrid

Mudarse a un país sola no es tan fácil como parece. Mi primera mudanza sola a un país ajeno fue un poco desastrosa. Estuve las dos primeras semanas en una finca española que apestaba, estaba llena de moscas y parecía un pabellón de hospital. Lo bueno es que era gratis, me había alojado una pareja que no conocía. Eran conocidos de conocidos. Su compañía fue crucial, pero lloré mucho en esa finca. No había señal, ni wi-fi, ni agua potable. Todo mal.

A pesar de todo esto, la historia recién comienza. Mi primera vez en Madrid sí fue una odisea con mayúsculas. La finca estaba en un pueblo de la Comunidad de Madrid, pero no en la ciudad misma. Cuando por fin me recibieron en el departamento, que iba a compartir con una familia que tampoco conocía, me dieron un recorrido por la casa y me entregaron las llaves. Esa noche iba a salir a festejar con mis amigas que por fin tenía un hogar decente, así que solo me cambié y salí apurada del depa en dirección al metro. Cuando llegué a la estación me di cuenta de que había olvidado mi billetera y mi abono (tarjeta de transporte) con ella.

Regresé corriendo para solucionarlo lo antes posible, pero cuando llegué a la puerta mi llave no funcionó. Estuve afuera dos horas, haciendo escándalo, preguntándole a la gente en la calle si las cerraduras de ese barrio tenían un truco particular. En fin, tratando de solucionar mi vida. Era ya la media noche  y yo seguía en la calle. Me comencé a desesperar pero, para mi suerte, un guitarrista que apareció en la esquina se dirigió directamente al edificio en el que me encontraba y abrió la puerta. Me abalancé sobre él y le pedí que me dejara entrar. Le di pena o mucha risa, porque al final me dejó pasar de muy buen humor.


fotografía de Madrid


¡Por fin a salvo!

Subí las escaleras hasta mi planta e intenté abrir. No pude. Alguien gritó desde adentro “¿Quién coño anda ahí?”. Me alejé de la puerta. Acto seguido una señora asomó la cabeza por el barandal superior y me dijo que si no me iba llamaría a la policía. Evidentemente, salí corriendo de allí.

Estaba de nuevo en la calle y, muy a pesar de que lo hayan utilizado hasta el cansancio en las películas, la lluvia no faltó en mi escena de desolación y tristeza. Me mojé por completo y lloré una hora más. Cuando me hube calmado, decidí pensar. ¿Qué había salido mal? No entendía, hasta que lo hice. Recordé la dirección de repente: Mariblanca, 12. Volteé y leí: Mariblanca, 10. Me paré, entré al edificio contiguo, subí las escaleras, entré en mi departamento, me tiré en la cama y leí mis mensajes. “Naaaat, ven! Estamos ya todas celebrando tu nuevo hogar. Ya vienes?”. Lo leí con la pantalla bloqueada, alejé mi celular y abracé la almohada. Ya no tenía nada que celebrar.

El mejor consejo que les puedo dar si algún día quieren vivir en un país extranjero es que apunten bien su dirección y que no olviden su billetera. Pero, a la verdad, hace falta ser una persona muy particular para que te pasen estas cosas.





No toda mi experiencia en Madrid fue tan mala como mi primer día. Es más, amé esa ciudad con locura. Les dejo aquí una guía que me parece buenaza para los que quieran explorar la y sacarle el jugo. ¡Espero que la amen tanto como yo y mucha suerte en sus aventuras por el mundo!
¡Viajar es vida, gente!

- Nat

Comentarios

  1. ¡Me encantó! Siento, ahora, que no soy la única persona en pasar por experiencias poco afortunadas los primeros días estando en un país lejano. Es irónico que justo cuando nos encontramos en un lugar totalmente nuevo, podamos olvidarnos de cosas que usualmente llevamos a todos lados como parte de nosotro/as (celular, llaves, identificación, etc.). Sin embargo, lo importante es que las malas expericiencias no pesen más que las buenas.

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